Después de más de cuarenta años bajo el régimen de Muammar Gaddafi, algunas personas tienen la esperanza de que un miembro de la antigua familia real pueda ocupar un lugar en el futuro de Libia.
No era el tipo de bienvenida que esperaba. Después de 19 horas en la parte trasera de un endeble sedán de la marca Hyundai, que su chofer conducía a toda velocidad distraído con dos teléfonos celulares, esperaba algo más amistoso.
Pero el jeque Mohammed Sanusi, el imán local de Jaghbub, un pequeño oasis en el desierto en el este de Libia, está de mal humor.
"Estoy furioso con cristianos y judíos," empieza diciendo.
"¿Por qué?" Le pregunto, un poco desconcertado.
"Porque los libros sagrados de los cristianos y los judíos han cambiado muchas veces durante los últimos siglos," responde. "El Corán se ha mantenido inalterado durante 1.400 años. Debería leer el Corán, convertirse en musulmán y empezar a ganar su sitio en el paraíso."
Traté de cambiar la conversación pero el jeque no está dispuesto a hacerlo. Se mantiene en sus treces, contándome varios milagros y profecías del profeta Mahoma.
Pero mi misión no es la de discutir sobre religión sino la de ver qué ha quedado de la Orden Sanusi que una vez dominó el país.
La orden fue un movimiento evangelista islámico de sufíes ortodoxos, establecido en el desierto de Arabia por el jeque Mohammed Ibn Ali Sanusi, alias el Gran Sanusi, en 1837.
Se extendió por todo el norte de África y llegó hasta Senegal a través de una red de zawiyas o logias religiosas.
En 1856, el Gran Sanusi, fundó una zawiya en Jaghbub, que creció hasta convertirse en la sede central de la orden y la segunda universidad más grande de África después de Al-Azhar en Cairo.
Cuando Libia logró la independencia bajo una monarquía constitucional en 1951, no fue coincidencia que un miembro de la familia Sanusi - Idris- se convirtiera en rey.
La familia y la orden se habían ganado el respeto al proveer educación a la población y mediar en difíciles disputas comerciales y tribales locales.
La monarquía Idris demostró ser una institución benigna para Libia durante 18 años, a pesar de que sus opositores nacionalistas la criticaron por ser inútil y pro occidental.
En 1969, Muammar Gaddafi, derrocó al rey Idris y discriminó a los sanusis con una venganza.
El heredero de Idris y su familia fueron encarcelados primero, y luego enviados al exilio en Londres después de ser obligados a presenciar cómo quemaban su hogar.
Años después, en 1988, Gaddafi envió máquinas excavadoras a Jaghbub que arrasaron la gran zawiya.
"Tardaron 11 días en destruirla," explica Mohammed, como si hubiera sido ayer.
"Terminaron el trabajo con 17 explosiones."
Me lleva afuera y caminamos sobre una vasta superficie de ruinas, ardiendo bajo el blanco sol del desierto. En total, 47.000 metros cuadrados de mármol destruido, piedra blanca, troncos de dátiles y clavos y cables oxidados.
Nada permanece en pie en el viejo complejo.
La destrucción de una parte tan importante de la herencia cultural libia es más escalofriante por haber sido dejada tal cual.
Pero, ahora que Gadafi se ha ido del este de Libia, puede que no pase mucho tiempo hasta que las máquinas excavadoras regresen a Jaghbub y la gran zawiya se levante de entre las cenizas.
El jefe, insiste en que no está interesado en discutir sobre Gadafi o la revolución libia. Su único interés es Dios.
La única preocupación que expresa es esta: Si la violencia continua en la región, tantos hombres morirán que la proporción de mujeres sobre hombres aumentará a 50:1.
Esto, dice, llevará a brotes de lesbianismo y matrimonios del mismo sexo que se representarán un problema real para la sociedad musulmana.
El traductor, indiferente hasta ahora, se muestra un poco avergonzado.
A pesar de todo el esfuerzo de Gadafi para aplastar a los Sanusi, nunca consiguió eliminar completamente de Libia a la familia o a sus seguidores y la historia del país.
Actualmente la historia de Sanusi continua en Bengasi donde Ahmed al-Zubair Ahmed al-Sanusi en un miembro del Consejo Nacional de Transición.
Con 77 años, fue el prisionero político que más tiempo ha pasado detrás de las rejas desde 1970 hasta 2001, cuatro años más que Nelson Mandela.
Durante ese tiempo, Gadafi nunca conmutó la pena de muerte que pesaba sobre él.
"Cada vez que se abría la puerta, no sabía si iba a ser alguien para llevarme a ser ejecutado," dice.
Con postura digna, vestido con un traje y corbata a rayas, habla sin rencor, animado con los formidables desafíos del futuro.
Existen algunas exigencias para que se restaure la monarquía. Pero entre la euforia y la confusión en Bengasi, algunos libios miraron a Haj Ahemed y se preguntaron, si después de casi 42 años de dictadura, el nombre de Sanusi regresará a la primera plana.
Fuente: BBC
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