Una camilla y unas mantas esperaron en el Tribunal Regional de Múnich la llegada, hoy, de John Demjanjuk, de 91 años, que escuchó en directo su sentencia de cinco años de prisión por la acusación de complicidad en el asesinato de más de 27.900 judíos. Con esta sentencia termina el último gran juicio contra un criminal nazi celebrado en Alemania.
Desde que EEUU entregase a Demjanjuk a las autoridades alemanas, el 12 de mayo de 2009, la estrategia de la defensa fue presentar al acusado como a una víctima de coacción de los nazis y después como una víctima de malos tratos por parte del sistema judicial alemán. Demjanjuk acudió reiteradamente a los juzgados en silla de ruedas y en camilla, custodiado por enfermeros, y con su rostro oculto siempre bajo una gorra y unas gafas de sol.
Ha protagonizado varios desmayos y ha conseguido prolongar el juicio debido a supuestos problemas de salud que los médicos del tribunal no consideraban más allá de los achaques habituales de una persona de su edad. Durante los dos años que ha durado el juicio, su voz no se ha escuchado en la sala ni una sola vez, supuestamente debido a que su debilidad le impide incluso hablar.
Durante las 90 sesiones celebradas ha permanecido hierático e inexpresivo, aunque algunos testigos afirman que en las pausas se le ha visto bastante más activo, gesticulando e intercambiando argumentos con su abogado, Ulrich Busch, que había pedido la absolución.
El tiempo, definitivamente, ha jugado a favor de Demjanjuk. Y la burocracia también. El paso de los años impidió a la Fiscalía presentar testigos que pudieran identificarlo como uno de los temibles Trawniki del campo de Sobibor, donde sirvió entre marzo y septiembre de 1943, puesto que todos los supervivientes que quedaban han ido muriendo por el camino de este larguísimo proceso.
La Fiscalía presentó como prueba la hoja de servicios número 1393, en la que aparece identificado con su primer nombre de pila, Iwan Demjanjuk, pero éste fue cambiado por John tras emigrar a EEUU y la defensa cuestionó que se tratase de la misma persona.
La biografía del acusado es la prueba palpable de que la historia es siempre mucho más complicada de lo que podamos imaginar. En su infancia en Ucrania, sobrevivió a la gran hambruna posterior a la colectivización estalinista.
Con 22 años fue enviado al frente a luchar contra los alemanes y fue hecho prisionero por los nazis y condenado a morir, como millones de prisioneros soviéticos, de hambre, frío o extenuación, ya que no se les proporcionaba alimento, mantas o medicinas. Demjanjuk, sin embargo, encontró la forma de sobrevivir y se hizo entrenar como 'trawniki', guardia voluntario que controlaba a los presos desde dentro, y fue destinado a Sobibor, en el sureste de Polonia.
Es allí donde acontencieron la mayoría de los crímenes que se le han imputado como cómplice activo del Holocausto y peón de la industria de la muerte nazi. Pero tras la guerra consiguió huir a EEUU sin ser juzgado y llevó allí una vida ejemplar como empleado de Ford, en Cleveland, durante 25 años.
Cuando los servicios secretos israelíes lo localizaron, fue deportado a Israel y condenado a cinco años de prisión hasta que la aparición de nuevos documentos puso en duda que fuera realmente 'Iván el terrible' y se le permitió volver a EEUU. Las víctimas del Holocausto, sin embargo, no se rindieron y consiguieron en 2009 su deportación a Alemania, donde ha sido posible el juicio.
El juez Ralph Alt escuchó en el alegato final de la defensa que "el verdadero asesino es Alemania" y el argumento de que no se puede juzgar a alguien obligado por los nazis a participar en el Holocausto, una negación de la responsabilidad individual que caló incluso en la Fiscalía, que finalmente sólo pidió seis años de prisión.
Fuente: elmundo.es
Desde que EEUU entregase a Demjanjuk a las autoridades alemanas, el 12 de mayo de 2009, la estrategia de la defensa fue presentar al acusado como a una víctima de coacción de los nazis y después como una víctima de malos tratos por parte del sistema judicial alemán. Demjanjuk acudió reiteradamente a los juzgados en silla de ruedas y en camilla, custodiado por enfermeros, y con su rostro oculto siempre bajo una gorra y unas gafas de sol.
Ha protagonizado varios desmayos y ha conseguido prolongar el juicio debido a supuestos problemas de salud que los médicos del tribunal no consideraban más allá de los achaques habituales de una persona de su edad. Durante los dos años que ha durado el juicio, su voz no se ha escuchado en la sala ni una sola vez, supuestamente debido a que su debilidad le impide incluso hablar.
Durante las 90 sesiones celebradas ha permanecido hierático e inexpresivo, aunque algunos testigos afirman que en las pausas se le ha visto bastante más activo, gesticulando e intercambiando argumentos con su abogado, Ulrich Busch, que había pedido la absolución.
El tiempo, definitivamente, ha jugado a favor de Demjanjuk. Y la burocracia también. El paso de los años impidió a la Fiscalía presentar testigos que pudieran identificarlo como uno de los temibles Trawniki del campo de Sobibor, donde sirvió entre marzo y septiembre de 1943, puesto que todos los supervivientes que quedaban han ido muriendo por el camino de este larguísimo proceso.
La Fiscalía presentó como prueba la hoja de servicios número 1393, en la que aparece identificado con su primer nombre de pila, Iwan Demjanjuk, pero éste fue cambiado por John tras emigrar a EEUU y la defensa cuestionó que se tratase de la misma persona.
La biografía del acusado es la prueba palpable de que la historia es siempre mucho más complicada de lo que podamos imaginar. En su infancia en Ucrania, sobrevivió a la gran hambruna posterior a la colectivización estalinista.
Con 22 años fue enviado al frente a luchar contra los alemanes y fue hecho prisionero por los nazis y condenado a morir, como millones de prisioneros soviéticos, de hambre, frío o extenuación, ya que no se les proporcionaba alimento, mantas o medicinas. Demjanjuk, sin embargo, encontró la forma de sobrevivir y se hizo entrenar como 'trawniki', guardia voluntario que controlaba a los presos desde dentro, y fue destinado a Sobibor, en el sureste de Polonia.
Es allí donde acontencieron la mayoría de los crímenes que se le han imputado como cómplice activo del Holocausto y peón de la industria de la muerte nazi. Pero tras la guerra consiguió huir a EEUU sin ser juzgado y llevó allí una vida ejemplar como empleado de Ford, en Cleveland, durante 25 años.
Cuando los servicios secretos israelíes lo localizaron, fue deportado a Israel y condenado a cinco años de prisión hasta que la aparición de nuevos documentos puso en duda que fuera realmente 'Iván el terrible' y se le permitió volver a EEUU. Las víctimas del Holocausto, sin embargo, no se rindieron y consiguieron en 2009 su deportación a Alemania, donde ha sido posible el juicio.
El juez Ralph Alt escuchó en el alegato final de la defensa que "el verdadero asesino es Alemania" y el argumento de que no se puede juzgar a alguien obligado por los nazis a participar en el Holocausto, una negación de la responsabilidad individual que caló incluso en la Fiscalía, que finalmente sólo pidió seis años de prisión.
Fuente: elmundo.es
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