viernes, 28 de septiembre de 2012

Dictador chileno Pinochet engañó a Inglaterra.


En octubre de 1998, el entonces ministro de Interior británico, Jack Straw, viajaba a Marsella para ofrecer un discurso en francés, situación que lo tenía nervioso. Media hora antes de aterrizar, decidió leer el diario para relajarse. Así, su secretaria le mostró una breve información de la página 6 del diario The Guardian, que decía que el general Augusto Pinochet estaba en Londres y que el juez español Baltasar Garzón había pedido que Scotland Yard lo localizara y no permitiera que abandonara el país. “En alguna parte de mi cerebro sonó una alarma”, recuerda el político inglés en su libro Last Man Standing: Memoirs of a Political Survivor, que fue lanzado ayer, y donde dedica un capítulo -titulado “Un dictador llama”- a la detención del general en la capital británica, así como al proceso judicial que duró 16 meses.
Preocupado por la situación, Straw le pidió a su secretaria que averiguara la veracidad de la noticia. “Todo era verdad. De hecho, la Cancillería (Foreign Office) había sido informada hacía al menos 24 horas de que había una gran posibilidad de una petición de extradición, y España había consultado a los funcionarios del Ministerio del Interior (Home Office) sobre la posible reacción de Reino Unido al respecto, pero a nadie se le había ocurrido avisarme”, sostuvo. De inmediato, comenzó a trabajar en el caso, y cuando volvió al día siguiente a su país, Pinochet ya había sido detenido.
“Yo me interesé en Chile desde que pasé dos meses de 1966 en el país. Recuerdo en 1973 cómo los aviones bombardeaban la oficina central (La Moneda) de Salvador Allende, su suicidio y el golpe de Estado que llevó al poder al general Pinochet por 17 años. Las historias de tortura y ‘desaparecidos’ de cientos de sus adversarios habían sido bien documentadas, por lo que era imposible que ellos las hubiesen inventado. Siento que no tenía sentido que Reino Unido liderara la campaña para una Corte Penal Internacional y suscribiera a convenciones que hacen de la tortura y crímenes similares sujetos de jurisdicción internacional, a menos que estuviéramos preparados para actuar cuando enfrentáramos acusaciones concretas en contra de un individuo. Ahora, si teníamos el coraje de llevar adelante esta convicción, era algo que tenía que decidir yo”, indicó.
El ex ministro reconoció que enfrentó mucha presión desde dentro del gobierno y del Parlamento para que cancelara la petición de extradición del general, debido a que “las relaciones con Chile eran buenas y se trataba de un hombre frágil, de 83 años”.
Straw tomó la decisión de no comentar con nadie el caso, excepto con los funcionarios y los abogados involucrados en el tema. De hecho, ni siquiera lo discutió con el primer ministro, Tony Blair. “Mi secretaria me trajo un mensaje a una reunión: ‘Tengo una sugerencia del Número 10 (de Downing Street, nombre que recibe la oficina del primer ministro), se trata de involucrar a una tercera parte. Ellos creen que sería bueno llamar a los buenos oficios del Vaticano’. Yo sabía que el Vaticano había escrito y en los términos que lo había hecho. Pero, a mi juicio, este era un asunto para ser determinado en esta vida, no en la próxima”, explicó. Recordó también que durante el proceso la ex premier Margaret Thatcher escribió dos veces a Blair para pedir la liberación de Pinochet. “En ese entonces, Tony (Blair) estaba nervioso por todo el asunto. De vez en cuando después de alguna reunión de gabinete me llamaba a su oficina y me sugería que era hora de ‘decirle adiós’ al general, y luego trataba de conversar sobre el tema. Para su frustración, tenía que decirle que sentía no poder discutir el asunto con él. Si cualquiera de mis decisiones eran cuestionadas en la corte y me hubiesen pedido testificar, habría tenido que decir lo que él me había dicho”, relató.
Según dio cuenta en sus memorias, el 14 de octubre de 1999, el gobierno chileno, a través de su embajada, emitió una petición formal, acompañada por informes médicos, en la que decían que Pinochet no estaba apto para enfrentar un juicio. “Esto me llevó a sospechar que algunos miembros del gobierno británico podrían haber estado ofreciendo ‘ayuda’ a la embajada sobre cómo llevar mejor el caso”, escribió, añadiendo que decidió que un panel de médicos británicos examinara al ex general. “El panel fue cuidadoso, todos llegaron a la conclusión de que Pinochet no estaba apto para enfrentar un juicio”, indicó.
Straw sostuvo que durante cuatro meses y medio revisó los reportes médicos y el 2 de marzo concluyó que tenía que desestimar la petición de extradición. “Preparé la declaración para los Comunes, pero antes de darla quería esperar en mi oficina para así poder ver el avión despegar de Reino Unido , en caso de que tuviera éxito un intento de último minuto de bloquear su salida”, dijo.
Straw destaca que recibió críticas de parte del Partido Conservador. “Este caso no tiene precedentes. Durante todo el proceso, ejercí mis responsabilidades en una forma justa y racional, de acuerdo a la ley. (El caso) había establecido los principios de que aquellos que cometieron abusos a los derechos humanos en un país no pueden asumir que estarán seguros en otros. Ese es el legado”, dijo en su discurso de la Cámara de los Comunes.
La llegada de Pinochet a Santiago saludando a sus partidarios llamó la atención del entonces ministro. “Es cierto, los reportes médicos no tenían nada que ver con su movilidad física, pero el mensaje era claro: engañó al sistema británico y escapó del juicio que merecía tener. Realmente, lamento no haber sido capaz de entregar a Pinochet al juez Garzón. Cuando terminaron sus 16 meses de encarcelación en Londres, mi conocimiento sobre sus reportes eran enciclopédicos. Era horroroso. Pinochet era uno de los peores dictadores de la posguerra y es muy frustrante que no fui capaz de llevarlo al banquillo”, escribió.
Fuente: tercera.cl

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