Los rebeldes representados en el Consejo Nacional de Transición (CNT) conquistaron Trípoli y harán lo propio con el resto del país. La OTAN y sus aliados locales lograron desarticular a las fuerzas regulares leales al coronel Muammar Gadafi. Ahora es cuestión de tiempo reducir los bolsones de resistencia. Esto no significa que los partidarios del depuesto régimen sean escasos o carezcan de voluntad para combatir a sus enemigos. Lo que han conseguido las potencias occidentales es decapitar la estructura de mando de las fuerzas armadas regulares.
En jerga militar esto se designa como C3I que es la abreviación para las siguientes funciones claves: comando, comunicaciones, control e inteligencia. Una fuerza combatiente que carece de C3I es incapaz de reaccionar ante un enemigo y desplazar sus recursos según lo exijan las circunstancias. El divorcio entre el mando y el frente deja a las tropas sin la indispensable visión de conjunto.
En todo conflicto la primera tarea de los bandos respectivos es degradar las capacidades de C3I de sus enemigos. Eso, exactamente, es lo que ha hecho la aviación británica y francesa en el curso de los últimos meses. En forma discreta, conforme a las instrucciones de mantener el más bajo perfil posible, fue bombardeada, en forma metódica, la estructura desde la cual operaban las unidades de C3I. Es una tarea silenciosa y poco vistosa comparada con la destrucción de tanques y aviones. Pero no hay dudas sobre su efectividad en el resultado final de la batalla.
La experiencia en Irak, luego de la vertiginosa victoria de Estados Unidos en 2003, mostró que derrotar las fuerzas regulares era la parte fácil del conflicto. Lo más duro vino en los años posteriores de luchas sectarias y una insurgencia que causó decenas de miles de muertos.
En Libia el odio entre gadafistas y rebeldes está a la vista. Las discrepancias ideológicas y las disputas por parcelas de poder no decrecerán en el futuro previsible. En el país hay más de 140 clanes, existen tensiones religiosas, las pugnas regionales entre el este, el oeste y el sur del país son ancestrales. Para complicar aún más las cosas hay una enorme cantidad de armas de guerra distribuida entre la población. Están dadas las condiciones objetivas para un continuado conflicto en que el método terrorista jugará un rol protagónico, como en Irak y Afganistán. Mucho dependerá de la conducción del liderazgo rebelde. Pero las señales no son auspiciosas. Recién el mes pasado fue asesinado en Bengasi Abdel Fatah Yunis, el jefe de las fuerzas armadas rebeldes, por elementos de facciones adversarias de su propio campo. Es obvio que aquellos que no respetan la vida de sus superiores menos respetarán la vida de sus enemigos caídos. Todo indica que todavía correrá mucha sangre en las arenas libias.
Fuente: Raul Sohr en nacíon.cl
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