Los abogados defensores de los cinco acusados de planear el ataque terrorista del 11-S y que enfrentan la condena a muerte consideran que el juicio es de tal importancia que debería de ser transmitido por televisión de forma global. En el último día de las audiencias previas que se celebraron la semana pasada en la base naval de Guantánamo, uno de los defensores le preguntó al juez: “Si estas vistas son justas, ¿por qué tiene el Gobierno miedo de dejar que el mundo las vea?”
“La Administración reconoce que estas audiencias son históricas”, dijo el abogado en apoyo de su argumento mientras que el juez encargado del caso en la comisión militar, James Pohl, expresaba su escepticismo con un gesto. La única persona que puede autorizar la retransmisión de las audiencias previas al juicio –que comenzaron el pasado mayo y que se han repetido cada dos meses y lo seguirán haciendo hasta el inicio del juicio a finales de 2013- es el secretario de Defensa, Leon Panetta. Según un portavoz del Pentágono, nadie ha solicitado tal cosa formalmente. En la actualidad, sólo prensa -limitada- y familiares de las víctimas pueden seguir las vistas.
Mientras los abogados defensores de Jalid Sheij Mohammed –el supuesto cerebro del 11-S- y sus supuestos cuatro cómplices -Ali Abdul Aziz Ali, su sobrino; Walid bin Attash, exguardaespaldas del fallecido líder de Al Qaeda Osama bin Laden; Ramzi Bin al Shibh, entrenado para pilotar uno de los aviones que estrellaron el 11-S y miembro de la célula de Hamburgo (Alemania), y Mustafa Ahmed Adam al Hawsawi, supuesto encargado de la financiación de los ataques- quieren luz, taquígrafos y cámaras para el proceso, Guantánamo es el gran olvidado de esta campaña electoral y no parece importar a nadie.
Si durante la campaña de 2008 el centro de detención de Guantánamo fue uno de los temas calientes, es probable que en el tercer y último debate presidencial de esta noche en Boca Raton (Florida) ni siquiera se mencione. Obama intentó cerrar la vergüenza de EEUU nada más llegar al cargo pero los republicanos –que ganaron la Cámara en las elecciones de 2010- vetaron su fin. Una gran parte de los actuales representantes de la oposición en el Capitolio eran de la opinión de que el cierre de Guantánamo constituiría una amenaza para la seguridad nacional y por tanto obraron en consecuencia, bloqueando los fondos para el traslado de los presos a cárceles en Estados Unidos.
Quedaba así bloqueado el proyecto de la Administración demócrata de trasladar a los reos a una prisión de Illinois –el Centro Correccional Thompson, que se convertiría en prisión federal- que estaba vacía pero operativa. La ironía es que a pesar del bloqueo, el Gobierno siguió adelante con la compra de la penitenciaría de Illinois y hace pocas semanas cerró la compra por 165 millones.
Nada había hablado durante la campaña el presidente Barack Obama sobre su gran tropiezo –el claro ejemplo del abismo que ha existido entre su promesa electoral y la realidad política- hasta que la semana pasada fue preguntado en un programa de humor con tono serio. “Todavía quiero cerrar Guantánamo”, informó el presidente a Jon Stewart, presentador del ‘Daily Show’. “No hemos sido capaces de sacar ese tema adelante en el Congreso”, declaró el mandatario en referencia a la posición obstruccionista del Partido Republicano. “Necesitamos poner en pie toda una nueva arquitectura legal y para ello hace falta la ayuda del Capitolio”, reiteró.
En la actualidad, 167 personas siguen encerradas en los diversos recintos que existen en la base naval de Guantánamo –desde barracones a celdas de máxima seguridad-. A finales del mes pasado, el Departamento de Justicia informaba que 55 presos del centro podían ser transferidos a la custodias de terceros países, método a través del cual se ha ido vaciando la prisión ideada por la Administración de George W. Bush para sustraer a la ley a los detenidos contra su guerra contra el terrorismo iniciada tras los ataques del 11 de septiembre. Guantánamo ha llegado a albergar un total de 800 personas, en su gran mayoría afganos y paquistaníes.
Fuente:elpais.com
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