El superviviente holandés Zoni Weisz habló en el acto del “Holocausto olvidado” y narró su huida de la deportación al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Con siete años vio desde el andén a sus padres y a sus tres hermanos pequeños alemanes alejarse en el “transporte de gitanos” que los llevó a la muerte. Ante la canciller Merkel y el presidente federal, Joachim Gauck, a Weisz se le quebró la voz al lamentar la persistencia del racismo contra los gitanos en toda Europa: “No puede ser que nuestros seres queridos murieran para nada”.
Las cámaras de gas o los campos de trabajos forzados terminaron con cientos de miles de gitanos en los territorios ocupados por Alemania durante la II Guerra Mundial, pero el genocidio no fue reconocido como tal hasta 1982. Hasta entonces, las autoridades políticas alemanas y diversas sentencias judiciales negaron a los gitanos supervivientes cualquier indemnización por las atrocidades sufridas. La Corte federal argumentó que las persecuciones se habían debido a las “particularidades sociales” de los gitanos. Alemania negó durante décadas que el asesinato y la esterilización de gitanos tuvieran motivaciones racistas, pero lo cierto es que las deportaciones masivas de gitanos desde las grandes ciudades alemanas ordenadas en 1940 por el jefe de las SS, Heinrich Himmler, fueron una suerte de ensayo general para el Holocausto. La operación sirvió para deportar a casi 3.000 gitanos, el 10% de los que vivían en Alemania. Fueron concentrados en tres puntos de la geografía alemana, desde donde los llevaron en vagones de carga a territorio polaco ocupado. El viaje fue una tortura.
El monumento es "un espejo de duelo infinito que conmina a respetar la dignidad humana"
Angela Merkel
Durante la inauguración del monumento, el presidente del Consejo Central de los Romaníes y Sintos en Alemania, Romaní Rose, alertó a las principales autoridades del Estado y al millar de invitados de que la discriminación no ha acabado.
Fuente: elpais.com
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