lunes, 23 de febrero de 2015

China invertirá US$ 250.000 millones de dólares en América Latina.

Durante mucho tiempo, especialmente después de la llegada de James Monroe a la Presidencia de EE. UU., Washington consideraba a América Latina como su “patio trasero”, y no permitía, o por lo menos lo intentaba, que otros países influyeran en la región. No obstante, desde la década de los 70, poco a poco, esa estrategia perdió fuerza y, en los últimos años, especialmente desde el 2000, que coincide con el inicio de la llegada de mandatarios izquierdistas y de ideología antimperialista, somos testigos de una reducción cada vez mayor de la presencia estadounidense.
A esta razón, podemos agregar el atentado contra las Torres Gemelas en 2001, en EE. UU., considerado como un punto inminente de cambio en la política exterior de ese país. Este acontecimiento orientó el enfoque de la política norteamericana hacia Oriente Medio y, desde entonces, América Latina pasó a ocupar un segundo lugar en las prioridades de Washington, lo que allanó el terreno para la influencia de nuevas potencias en la región, especialmente China.
En este artículo pretendemos estudiar las consecuencias de ese cambio de estrategia para EE.UU. y la influencia del gigante asiático en el continente latinoamericano, en particular, en momentos en que el precio del petróleo ha registrado una baja considerable, afectando las economías de sus países.
La primera reunión entre altas autoridades chinas y latinoamericanas se realizó durante la cumbre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), llevada a cabo en Pekín, los pasados 8 y 9 de enero. En ese evento, al que asistieron representantes de todos los países americanos, excepto EE.UU. y Canadá, participaron los presidentes de Costa Rica, Luis Guillermo Solís; de Ecuador, Rafael Correa; de Venezuela, Nicolás Maduro; y el primer ministro de Bahamas, Perry Gladstone Christie; junto a 22 cancilleres. Dado a que la Celac se fundó en 2010 para aumentar la unidad entre sus países miembros y reducir la influencia de Washington en los asuntos económicos y políticos de la región, el evento celebrado en China guardaba una importancia extrema.
De hecho, la reducción del 50 por ciento del precio del petróleo en el mercado mundial, en los últimos 7 meses, había afectado notablemente la economía de los principales productores latinoamericanos de crudo, en especial Venezuela, Ecuador y Brasil. De esa forma, por un lado, estos Estados buscaban aumentar sus exportaciones petroleras a China y, por otro, atraer inversiones.
El presidente de China, Ji Xinping, en el acto de inauguración, afirmó que su país y los miembros de la Celac llegaron a un acuerdo sobre los planes quinquenales en diferentes campos, como política, comercio, seguridad, energía, agricultura, entre otros.
Para China, la importancia de la región es tal que su mandatario anunció que tienen previsto invertir 250 mil millones de dólares en los próximos 10 años en Latinoamérica.
Ese volumen, teniendo en cuenta que la inversión extranjera directa china en América Latina, en 2011, equivalía a 22.7 mil millones de dólares, resulta muy llamativo. Además, los chinos pretenden duplicar sus intercambios comerciales con estos países y elevarlos a 500 mil millones de dólares para 2025; el volumen de intercambio entre estos, en 2013, superaba los 260 mil millones de euros.
De hecho, después de 2001, año de la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio, sus importaciones desde América Latina, de 2001 a 2013, se multiplicaron por 20. Además, mientras en EE.UU. y los países europeos, el crecimiento económico se había sido ralentizado por la crisis económica en 2008, los países latinoamericanos se convirtieron en un mercado fértil para Pekín. Entre los años 2001 y 2013, el volumen de exportaciones de China a esa región aumentó quince veces.
Los recursos energéticos y los minerales de América Latina representan una prioridad para los chinos. Pekín se considera el mayor socio comercial de Brasil, Chile y Perú y el segundo de Venezuela, Costa Rica y Cuba. Pekín importa cobre, mineral de hierro y petróleo de Chile, Brasil, Argentina y Venezuela, es decir, en cierta forma, estos lazos comerciales se profundizan de manera beneficiosa para ambas partes y reducirlos está muy lejos de la imaginación.
El Gobierno de Chile, en 2005, firmó un acuerdo de libre comercio con China y, en 2007, Pekín se convirtió en el principal destino de las exportaciones chilenas. El país suramericano suministra un tercio del cobre que necesita el gigante asiático. Además, China, en 2009, se convirtió en el mayor socio comercial de Brasil, del cual adquiere petróleo y un cuarto de sus necesidades de minerales de hierro. Argentina, también, se beneficia del mercado chino, con la exportación de más de la mitad de su producción de salvado.
Venezuela es otro país suramericano que se está beneficiando de los lazos con China. Durante la cumbre de Pekín, las autoridades chinas acordaron invertir 20 mil millones de dólares en Venezuela, a pesar de que ese país, después de la caída del precio del petróleo, no contaba con una buena situación económica. Maduro anunció que ese dinero se destinaría a los sectores de vivienda, tecnología, energía, entre otros. Desde 2007, los chinos han otorgado préstamos por más de 50 mil millones de dólares a Venezuela, y Caracas, en cambio, exporta cerca de 500 mil barriles diarios de petróleo. De hecho, el crudo, que constituye un 95 por ciento de las exportaciones de Venezuela, con la caída de su precio, afectó seriamente la economía del país, por lo que, China puede desempeñar un rol importante en la recuperación económica venezolana.
Un informe de la compañía British Petroleum pone de relieve que Pekín, con la importación de 5.6 millones de barriles de petróleo al día, se mantiene como el segundo mayor importador del mundo, así que, por un lado, pretenden profundizar sus lazos con Venezuela en el sector energético y, por otro, participar en los planes de desarrollo de los campos de yacimiento de gas y petróleo en Brasil, Ecuador y Argentina. Por esta razón, si el precio del crudo se mantiene tan bajo, en el futuro, se podría producir un drástico aumento en los lazos entre el gigantesco asiático y Latinoamérica.
No obstante, si bien existen oportunidades y gran potencial para el desarrollo de los vínculos en el sector energético, hay también desafíos que afrontar, como el alto costo del transporte del petróleo, la limitada capacidad de refinería de China, el costo de la explotación del petróleo y el gas, la situación de seguridad de algunos países latinoamericanos y la influencia de EE.UU. en la región. A esto se debe sumar la preocupación de América Latina por el dominio multilateral de China en los mercados mundiales, especialmente los suyos.
Con todo lo expuesto, y teniendo en cuenta las últimas reuniones entre las autoridades latinoamericanas y China, dos regiones que tienen las mismas directrices políticas e ideológicas, resulta evidente que la influencia de EE.UU. en su "patio trasero" es cada vez menor, y nuevas potencias como el gigantesco asiático y Rusia, sus dos rivales políticos y económicos están ocupando su lugar.
Fuente: hispantv.com 22.02.2015


 

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